28.1.18

Delfín de peluche


Mariana tiene una hija, una pequeña hija que se llama Lucía. Lucía tiene casi dos años.
Mariana baja todas las tardes a hacer las compras para la cena. Juan Pablo suele llegar a casa a eso de las ocho. Lo espera Mariana, Lucía, que es su sol, y una cena caliente.
Mariana va por la calle a la pescadería. Empuja el carrito con Lucía, que balbucea, señala algo que le llama la atención, y ríe también.
Lucía tiene un pequeño peluche en forma de delfín. Lucía no suelta ese pequeño peluche ni para dormir. El delfín se llama ‘Pepo’, o quizás sean esas las sílabas que Lucía consigue pronunciar.
Va Mariana, por la calle, empuja el carro con Lucía, presta atención al tránsito, algún bocinazo. Está por llover.
Lucía se distrae, algo llama su atención. La calle, los ruidos, los olores, el movimiento. Al bajar un cordón de la vereda, a Lucía se le cae Pepo, su delfín de peluche. Y ni lo advierte, así va ella, entusiasmada por el mundo que ve. Mariana, con tantas cosas en la cabeza, todavía debe volver y bañar a Lucía antes de la cena, ha dejado las papas en el horno, debe llamar a su mamá, en fin. No advierte que a la niña se le ha caído su peluche.

Una mujer, que espera para tomar un colectivo, deja pasar diez segundos. Toma el peluche, y lo guarda en su cartera.
El diariero, que ha visto la escena, la secuencia, al igual que la mujer, le dice algo.
–Es de la nena, se le cayó –dice el diariero, y señala a Mariana, al carrito donde va Lucía, que ha seguido avanzando y está, pongamos, a escasos diez metros.
–Sí –dice la mujer. Y sube al colectivo con el peluche en su cartera, el delfín llamado Pepo. Y se va.
Yo estoy sentado en un bar y acabo de ver toda la escena desde el ventanal. Sé, con inusual claridad, que el mundo no tiene mayor sentido. No hay posibilidad de redención, estamos perdidos.
El mozo desde la barra me mira y se pregunta qué carajo hago ahí todas las tardes, sentado con un cuaderno y una birome. Estos boludos que no tienen nada para hacer.

6 comentarios:

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Esa mujer algo que sabía que le pertenecía a alguien. ¿Y con que ganancia? Una pequeña maldad que no dio ninguna ventaja. Nada de pragmatismo.
Buen giro argumental

El Demiurgo de Hurlingham dijo...


No sé si mi opinión te sirve.
Es un género que mucho no me convence, por las voces distorsionadas en extremo.
Me molesta que no se note que son voces femeninas.
Me gustaría saber como sonaría Alissa sin la imposición de adaptarse al sonido del grupo. Aunque noto que un fragmento de The wolrd is yours, en que susurra en lugar de gruñir. Eso me gusta.

Saludos

Frodo dijo...

Genio! Genio! Y mil veces Genio!
Cuando creí que tu obra se iba al tacho, vos aparecés con esta trompada.
Y yo me pregunto ¿cuántos relatos más sobre el tipo que se sienta en el bar a observar puede escribir este chabón? Y aparece otro más, mejor que el anterior...

Abrazo!

PD: no entiendo de dónde viene el segundo comentario del Demiurgo, ¿me perdí alguna conversación prehistórica?

J. Hundred dijo...

*el demiurgo de hurlingham! siento tanta maldad, dice el señor john coffey en un bellísimo momento de ‘la milla verde’. lo saludo.

*el demiurgo de hurlingham! los chinos toman agua caliente. lo saludo.

*frodo! algunas cuestiones. primero, mi obra se ha ido al tacho hace muchísimo tiempo, quiero decir, lamento comunicarle que usted no es el cánon occidental. segundo, este fragmento, justamente, no es sobre un tipo sentado en un bar. lo que no deja de ser mi tema preferido por cierto, lo único que más o menos me he dedicado a hacer todos estos años. tercero, yo tampoco he comprendido el segundo comentario del demiurgo, ni el primero. le digo más, tampoco he comprendido al demiurgo, no vine aquí para eso. lo abrazo.

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Errar es humano y también es demiurguico.
Ese comentario era para el blog Pupilo Dilatado, sobre las dos cantantes de cierto grupo de Death Metal.

Saludos.

José A. García dijo...

Sin nada que hacer, y para pobre, porque nadie usa cuaderno y lapicera, todos usan laptops ahora. Y no toman sólo un café cuando van a un bar, sólo pintas de cerveza pseudo-artesanal...

En fin. Así está el mundo.

Saludos,

J.