7.6.17

Papel higiénico


Mi amigo G., que ya no es más mi amigo, se fue a vivir a Madrid. Trabajaba en un diario, quería rajar de la Argentina dónde todo fracasa siempre. Vio la oportunidad y se fue.
La verdad que le iba bien, vivía en Madrid en un barrio pobre pero muy bonito, ganaba en euros y empezaba a ahorrar, descubría las delicias de estar en Europa, en fin. Como cualquier persona que se va del país, tenía cierta necesidad de demostrar que su decisión había sido, por decirlo de algún modo, correcta. Lo que implicaba decir, aunque no lo dijera, que los que no nos habíamos ido del país éramos algo quedados, sin inquietudes. Unos pelotudos, para ser más precisos.
Mi amigo G. le enviaba mails a su madre, fotos del fin de semana que había pasado en Roma o en Paris, los museos que había visitado, una foto con Valdano en gamulán, cosas así. Los padres, gente que se había pasado la vida arañando la clase media, se sentían orgullosos y contaban en la fiambrería a algún vecino la situación de su hijo, o mostraban un regalo recibido, algo que su hijo les había enviado desde España. Un pulóver, una porción de jamón ibérico envasada al vacío, cosas así.
Mi amigo G. anunció que venía de visita, por una semana, al país. Debía hacer unos trámites, ir al consulado, llevarse una computadora que utilizaba para trabajar, ver a los amigos, esas cuestiones. Iba a pasar una semana en la casa de sus padres, en el departamentito sobre la calle Frías donde había transcurrido su infancia. Quería aprovechar la semana para estar con su familia, arreglamos para ir a comer pizza a ‘Nápoles’. Traía regalos e historias de un mundo desconocido. Alguien que se animaba a romper el cascarón, a crecer, a seguir.
El asunto fue así.
Llegó, G., a Argentina, y se fue derechito para la casa de sus padres que habían armado una cena para esa misma noche con toda la familia. Había besos y abrazos en la pequeña cocina donde estaba la mesa revestida con fórmica naranja. Dejó la valija en su cuarto, le pareció mucho más chico de lo que lo recordaba, su pequeña cama individual, el poster de Jaco Pastorius pegado sobre la puerta.
Sentía que sus padres estaban más viejos, aunque todo el año y medio de su ausencia le habían respondido siempre que estaban bárbaros, que todo estaba muy bien.
Su madre, que era profesora de piano, le preguntó si quería tomar algo. Y mi amigo G. dijo que quería un té. De pronto tuvo ganas, G., de defecar. G. fue al baño a cagar.
Cagó, G., en el baño de ajados azulejos celestes donde había cagado siendo niño. Cagó en medio de un torbellino de emociones, de recuerdos, Todo lo que había sido, de dónde venía y cómo se había ido abriendo paso hacia un promisorio futuro. Ya se consolidaba y pintaba la posibilidad de cambiar de trabajo. Ser ciudadano europeo, moverse por el mundo, se llevaba a su novia a vivir con él. Las cosas parecían fluir.
Terminó de cagar, G., y se dio cuenta que no había papel higiénico.
–¡Maaa! –Gritó y era chico otra vez– ¡Papel!
–Ah, sí –dijo la madre, acercándose a la puerta–. A ver, esperá. Ahí bajo a comprar.
Y entonces G. supo que si había que bajar a comprar, era porque su madre ya no usaba papel higiénico para limpiarse el culo. Entendió, G., aunque entender no fuera quizás el verbo exacto pero tampoco encontraba otra forma de procesarlo, entendió, decía, que el papel higiénico había pasado a ser un objeto de lujo en la casa de sus padres. Que quizás sus padres para limpiarse el culo debían robar servilletas de papel de los bares, o quizás se limpiaban el culo con papel de diario. Que mientras él los llamaba desde España y sus padres le decían ‘bien’, o ‘bárbaro’, quizás acababan de limpiarse el culo con la mano, porque no tenían dinero para comprar papel.
Y se largó a llorar, G., ahí sentado mientras esperaba que su madre volviera de la calle con un rollo de papel higiénico. Se le ocurrió pensar que las cosas no eran, nunca habían sido lo que parecían.
Mi amigo G. ya no es más mi amigo, pero recuerdo esta bellísima historia y eso es todo lo que quería decir.

6 comentarios:

f dijo...

no te olvides del rollo
si volvés pa la la ciudá,
cuanti más lejos te vayas
mas ti tenés qui acordar....

ah!
con mi hermano me pasó al revés.
el tenía una imagen idílica del paisito
se hablaba tan bien en la vieja europa del pepe y de la magia que había hecho en este rinconcito del sur, que volvía pensando en reinstalarse, en reahacer su carrera acá, en concursar...
y se encontró con sus amigos, con la familia, con la realidad.
con la politica y los politicos. con la corrupción y los acomodos.
con los amiguismos...
en fin.
el marketing.
jaime roos lo define muy bien en una canción:
"volver no tiene sentido
tampoco vivir allí
el que se fue no es tan vivo
el que se fue no es tan gil
por eso si alguien se borra
qué le podemos decir
no te olvides de nosotros
y que seas muy feliz..."
abrazo

J. Hundred dijo...

*f! el pueblo uruguayo tiene artísticos momentos de altísima sensibilidad. la mordida de suárez a chiellini, sólo por poner un ejemplo. lo abrazo.

Frodo dijo...

Juan, no me canso de decirlo y lo repetiré hasta el hartazgo: Ud. es un maldito genio.
En este relato se superó.
Ahora que ha dejado algunas pistas me deja pensando ¿dónde carajo vivirá Juan? ¿ese tal G. será real? ¿de qué laburará Juan?

Abrazo grande genio!

J. Hundred dijo...

*frodo! soy un genio, es la verdad. usted lo sabe, yo lo sé. falta que se entere el resto del planeta tierra. vivo en capital, g. existe pero se llama p., respecto al trabajo le respondo cual celeste carballo ‘canto mis canciones, me gano la vida…’. lo abrazo.

Viejex dijo...

Usted sabrá disculparme que haya pasado tanto tiempo sin visitarlo, ando ocupado últimamente. No es una buena excusa, pero es lo que tengo.

Gran relato el de su examigo p, o g.

Saludos

J. Hundred dijo...

*viejex! es muy bueno saber de usted. como dijo el poeta: que el blanqueo y las declaraciones juradas no le tapen el bosque. lo abrazo.