29.9.07

El malabarista

Sin entender mucho de malabares, sin tener conocimiento de tan arcana disciplina, sin tener capacidad para sostener en el aire otra cosa que no sea, por ejemplo, una escupida, por lo que dura un instante.
Sin saber malabarismo, entonces, decía, me ha tocado volver a ver una disciplina circense que yo creía olvidada, por obsoleta, tal vez, o poco entretenida.
La disciplina consiste en un señor, en adelante el malabarista, que cuenta con una especie de mesa larga y delgada. El malabarista tiene platitos, muchos platitos, simpáticos platitos parecidos a los platitos que van debajo de las tazas donde se sirve café con leche. El malabarista también tiene varillas, unos palos, de madera, creo, delgados y algo flexibles, de entre un metro y medio y dos metros de longitud, no podría definirlo.
El malabarista, mediante un tan simpático como prodigioso movimiento circular, pone en, valga la redundancia, movimiento, un platito en una punta del palo. Girando luego el palo, haciendo un movimiento corto y sostenido sobre el extremo inferior del palo, consigue que el platito colocado en el extremo superior del palo gire, de vueltas y vueltas y no se caiga.
Aquí es donde empiezan las complicaciones.
El malabarista va colocando más y más platitos sobre los extremos superiores de más y más palos. Y va dejando los palos enganchados, por el extremo inferior, en alguna muesca o base existente sobre la mesa.
La capacidad del platito de mantenerse en el aire, sin caerse, sin estrellarse contra el piso, depende del curioso y enigmático movimiento circular que se aplique sobre el palo, una vez que ya el platito ha sido puesto a girar.
El movimiento, y esto agrega la dificultad, se agota en el tiempo, tiene una duración limitada. Por lo que el malabarista debe comenzar a correr de aquí para allá, de un lado a otro, imprimiendo el citado movimiento al palo sobre el cual, nosotros los espectadores podemos verlo, el platito empieza a girar más y más lento, empieza a ondular en el aire y se prepara para caer sin remedio, porque se ha quedado sin fuerza, sin vida, hasta que la mano salvadora del malabarista llega justo a tiempo a transmitir energía, fuerza, alma, y el platito vuelve a girar, a vivir en el aire, mientras el malabarista emprende su alocada carrera, corre y corre para salvar a otro platito a punto de caer.
Mientras esto sucede, mientras cada platito a punto de caer es rescatado por la mano experta del malabarista sobre el palito, mientras, milagrosamente, diez o doce o quince platitos permanecen en el aire, girando y girando y girando y girando, mientras el malabarista se acerca más y más a un punto donde parece que no podrá sostener los platitos en el aire, que no conseguirá seguir haciéndolo porque sencillamente está más allá de sus capacidades, mientras esta situación de extrema tensión continúa, los chicos lanzan gritos de admiración. Los chicos sentados en la tribuna chillan de alegría. Los chicos ríen.

Sin saber que están presenciando, ni más, ni menos, no es otra cosa, lo que tendrán que hacer, día tras día, a lo largo de su vida adulta.
Hasta que, uno por uno, los platitos empiecen a caer.

Todos vivimos en primera persona

Entendelo de una vez.

26.9.07

Atrofia, distrofia

La belleza en las mujeres y el dinero en los hombres, atrofia. Si se adormece la carencia se evaporan las inquietudes, se licuan las capacidades.
Por eso no dejo de asombrarme cuando tengo la oportunidad de ver a alguien con unas exquisitas tetas, o la billetera llena. Gente que se encariña de manera tan inusual con sus defectos.

22.9.07

No sufras por eso

Cuando veo un hombre que sale de un automóvil hablando por teléfono celular, creo que el hombre vive el vértigo de una fantástica vida plagada de manjares y exquisitos negocios.
Cuando veo un hombre que se despide de su novia con un dulce beso, pienso que la mujer lo aguardará esa noche, para compartir una curiosa combinación de pasión y armonía.
Cuando veo un hombre que sube a un escenario a cantar sus canciones, estoy seguro que la plenitud lo inunda como un mar, y luego desciende, cansado y feliz de haber hecho lo que siempre quiso hacer con su vida.
Pero, cuando me ha tocado bajar de un automóvil hablando por teléfono celular, cuando me he despedido de una novia con un dulce beso, cuando he subido a un escenario a cantar mis canciones, he podido comprobar que no era tan entretenido. No era tan así.
Ser otro es una actividad en exceso sobrevalorada.

Capilaridades

En la televisión, un músico de rock promociona su nuevo trabajo. El músico de rock ha estado ausente por algunos años; el músico de rock ha vuelto.
Algo no está bien; algo está mal.
No es la letra de sus canciones, que exuda una imbecilidad tan característica como conocida. No es la música, los mismos acordes que se han venido apareando, una y otra vez, durante los últimos cincuenta años, con resultado disímil.
No, es su pelo. Tan sólo su pelo. O la carencia de. El cantante de rock se está quedando pelado.
Los detalles, nada como los detalles para derribar los proyectos más rotundos.

19.9.07

Nepal privado

En mis lecturas sobre el zen, en mi desconcertante búsqueda del sentido de las cosas, he podido descubrir la importancia que se asigna al estado de zazen, el estar sentado, la meditación como un estado de ‘no-mente’, el dedicarse a respirar y nada más que respirar, ser un observador que no se mueve ni piensa, limitarse a ser, a estar presente.
Es en este sentido que me veo obligado a repasar mi derrotero laboral de estos últimos años. Cómo podía yo saber que cada oficina en la que estuve era un templo tibetano repleto de monjes, de budas, de sabios.

15.9.07

Piolín

Estoy en la playa. Se me acerca un niño. El niño sostiene con ambas manos el piolín de un barrilete. El barrilete se mantiene firme, alto, muy alto, junto al sol cegador. El barrilete es un rombo dividido en cuartos; hay un cuarto rojo, uno verde, uno azul, uno amarillo. El barrilete tiene una cola de la que brotan triángulos como si fueran dientes. Los triángulos son rojos, verdes, azules, amarillos.
El niño se me acerca dando pasos laterales, avanza muy despacio.
–Señor, señor, ¿me ayuda?
Miro al niño, que no quita los ojos del barrilete ni por un instante. Yo también miro el barrilete, no puedo dejar de mirarlo. No sé qué es lo que precisa el niño.
–¿Puede sostener el barrilete? Es un minuto, nomás.
–Sí, claro –al niño se le debe haber desatado una zapatilla, o tal vez le pique la nariz. Quizás le duelan las manos y necesite un descanso. Me pasa el piolín con el carrete; llevamos adelante la maniobra con sumo cuidado. Hay viento. El barrilete tira para permanecer, indómito, en lo alto.
Ahora soy yo quien sostiene el barrilete.
Entonces el niño extrae una pequeña navaja del bolsillo trasero de su short. Y corta el piolín.
El barrilete corcovea en el aire, salta como un espermatozoide díscolo, y emprende una alocada carrera hacia el mar.
–Gracias –me dice el niño–. Es mejor así. Sabía que sería mucho mejor así.

Ah, eh

En la barra de un bar que tiene tanto de irlandés como de coreano, el sabio Paul Maker manifiesta su sorpresa al ver que la sigla AE/DE no tenga sitio en el mismo pedestal interpretativo que, por ejemplo, AC/DC, o AM/FM.
No tengo más remedio que exhibir mi estupor, sino contrariedad, por el desconocimiento de la sigla, y por añadidura de su significado.
–Antes de la eyaculación / Después de la eyaculación –dice Maker, da una última pitada a su cigarrillo, termina su whisky, apoya ambas palmas, una encima de la otra, sobre la barra de madera donde se mezclan algunas humedades con restos de ceniza, y no dice más nada.

12.9.07

Sonidos inconfundibles, sonidos de identificación unívoca

Si el sonido de una cuchara rascando el fondo de una olla te hace llorar.
Es porque estás en presencia.
De una nítida imagen.
De tu propia vida.

8.9.07

No lineal

Según dicen los expertos en una abstrusa ciencia denominada ‘nutrición’, el ajo hace bien, el aceite de oliva hace bien, el vino hace bien. Esta combinación se ha dado en llamar ‘dieta mediterránea’. Los mismos expertos agregan que los frutos secos hacen bien, la banana hace bien, la cebolla hace bien, el té hace bien, los cereales hacen bien.
Sin embargo, si uno mezcla, por ejemplo, té con vino con nueces con ajo con aceite de oliva con una banana con una cebolla y lo mete en una procesadora de alimentos, y lo tritura, y lo mezcla, y lo toma.
Uno corre el riesgo de dejar un tramo no menor de intestino junto a un zócalo de un baño cualquiera.
Lo que deseo transmitir, aunque el ejemplo acaricie el rugoso borde de la grosería, es que la sumatoria de cosas que hacen bien, su indiscriminada y bienintencionada combinación, puede hacer mal.

El ropaje de la soberbia

Quien acude al consultorio de un psicólogo debiera despojarse de esa dosis extra de megalomanía, y concurrir en el estado de ánimo de quien visita a una prostituta. Alguien que, sin importar la inmensidad de la dolencia que lo perturba, sabe que deberá pagar para ser interpretado, para lograr alguna suerte de alivio.

5.9.07

77

Mi amigo H. se ha comprado una navaja. La navaja es suiza. La navaja tiene, me dice, setenta y siete funciones.
–¡Setenta y siete funciones! –dice H. con orgullo.
Analizo el objeto en detalle. Al parecer, con la navaja suiza uno podría desde degollar una vaca adulta, hasta saber con milimétrica precisión a cuántos grados estamos del meridiano de Greenwich. Y coser una media, además.
También descubro, tras manipular el objeto, que el mismo tiene un simpático sacacorchos. Son estas cosas las que me devuelven la fe en los suizos.

1.9.07

Máximas Hundred para una vida social digna

m1) La gente es una mierda hasta que demuestre lo contrario. Que seas inocente o culpable es anecdótico, algo de la más absoluta irrelevancia.
m2) Cuidado con el ‘fanático del canapé’, cuidado con la ‘boluda vernissage’. Yo sé que estás aburrida, yo sé que te querés matar. Pero ninguna línea de razonamiento implica que en una exposición de elefantitos de mazapán conocerás gente interesante.
m3) Encariñarse con los propios defectos te dará mucha paz, pero no se debe hacer del defecto una virtud. No te pongas peluquín, no te congeles la cara en una triste sonrisa botulímica, pero tampoco bajes a la playa en tanga si estás por encima de los 104 kilogramos de peso (te has transformado en un mamífero mediano), ni te rasures el cráneo tres veces por día en lo que se ha dado en denominar ‘FF’ (Falso Foucault), o ‘TP’ (Triste Postelermanismo).
m4) El exceso de personalidad no es otra cosa que el desesperado anhelo de un grupo de pertenencia. Si sos vegetariana, si hablás todo el tiempo de lo importante que es correr 70 kilómetros por semana, si sos fanático de la marihuana, si te tatuaste una jirafa tomando fernet sobre tu nalga derecha, si sacás seiscientas veinticuatro mil fotos con tu cámara digital cada vez que vas a la playa (y pretendés que alguien las vea), eso no invalida que puedas seguir siendo un tremendo pelotudo.
m5) Se puede estar solo, se puede estar mal acompañado. Y cuando estés solo sufrirás por no estar mal acompañado, y cuando estés mal acompañado sufrirás por no estar solo. La felicidad es algo demasiado caliente o demasiado frío. Se deben dar pequeños sorbos.
m6) Todo lo que es preciso saber de una persona, es fácil de observar mientras se come una pizza. Sus dones, sus miserias, sus grandezas, su falta de criterio, está todo ahí.
Ejemplo a: Si un hombre elige una pizza con ananá glaseado es un imbécil sin alma.
Ejemplo aa: Si una mujer no se anima a tocar una porción de pizza con la mano, ¿con qué cara creés que te sostendrá la gallinita?
Ejemplo aaa: Si un hombre se dedica a emprolijar con un cuchillo la muzzarella, para que la distribución de queso sea de una exactitud milimétrica, estás en presencia de un maniático obsesivo que se pondrá a llorar cuando se le caiga un botón de la camisa.
Ejemplo aaaa: Si una mujer aparta todos los ingredientes de la pizza, y da mordisquitos de rata sobre la masa pelada, tendrá una profunda depresión no mucho más allá de los treinta años de edad.
Ejemplo aaaaa: Si un hombre le pone jamón a la pizza, es un hombre que no sabe si quiere un sándwich o una pizza. Tampoco sabe entonces si te quiere a vos o a tu prima. No sabe distinguir entre lo frío y lo caliente. No sabrá distinguir si su pareja precisa actividad sexual o lectura. Es un hombre que querrá dormir demasiado abrigado. Es un hombre que se resfría mucho. Es un hombre con problemas de temperatura.
Ejemplo aaaaaa: Si una mujer dice: ¡pidamos la pizza ‘Gran Pitufo’!, o la pizza ‘Super Scalectric’. Esa mujer desea que la pizza sea multicolor, porque le resulta entretenido. Esa mujer desea que la pizza tenga salchichitas y palmitos y cebolla y naranja y rúcula, porque no sabe cómo huir de la tristeza. Esa mujer te organizará fiestas en tu domicilio para 200 personas que no viste jamás (y tu domicilio es de 38 metros cuadrados). Es una mujer que necesita amontonamiento porque sin el peso de una multitud siente que su tristeza se la llevará como un barrilete sin hilo.
Ejemplo aaaaaaa: Ya está bien. Aunque podría seguir.
m7) Se debe uno apartar del imbécil marmolado (también conocido como imbécil bicolor). Es un sujeto que con tal de estar con gente, asentirá como un perrito de taxi, estará de acuerdo, jurará que a él siempre le fascinó la idea de ponerse un piercing en el testículo derecho, o dirá que ella siempre quiso hacer un curso de armado de anzuelos para pescar pejerreyes en Santa Teresita. Estar de acuerdo todo el tiempo es un defecto físico importante.
m8) Si se habla demasiado fuerte en un lugar público, si la persona se excede en ampulosidades, en carcajadas estentóreas, se está pidiendo socorro. Si uno se encuentra con una persona que manifiesta estar ‘bien’, o ‘rebien’, más de tres veces en una charla, intente con delicadeza alejarlo de los cuchillos y de las ventanas.
m9) Queda abolido el tiempo verbal pretérito pluscuamperfecto del subjuntivo. Ya sé que te podrías haber casado con un polista belga, pero al tipo lo atropelló un pony el día antes de la boda. Ya sé que podrías haber sido el número 9 del Milan, si tu primo no te hubiera partido la rótula jugando al ludomatic. Te pido por favor, no se te ocurra utilizar el ‘hubiera o hubiese’. Todo hubiera o hubiese sido diferente, si hubiera o hubiese sucedido algo diferente. Pero sos secretaria, o vendedor de artículos de limpieza. Tomátelo con calma, servíte otra porción. Yo también fracasé, no es tan grave.
m10) El genuino esmero por agradar es señal de sana cortesía. Pero si las tetas te huelen a eucalipto, es porque se te rompió el paracaídas sobre un bosque de pinos. Lo que quiero decir es que, sencillamente, no es creíble.
m10 bis) Los domingos de lluvia es normal que te pongas un poco triste.

No te guardes tu fe

no, te digo que no,
no fui yo quien abrió las aguas.
y no, te digo que no,
no fui yo quien multiplicó los peces.
ni los panes.
y no, de ninguna manera,
no soy yo el que cura. ni el que salva.

no, lamento decirlo, pero es la pura verdad,
no tengo el talento ni la fuerza, ni siquiera
la suerte
para lograr ningún milagro.

pero igual, quiero decir, para qué calcular,
qué importancia tiene

podrías quererme.