28.10.06

Dulce de leche, chocolate

Si se procede a la ingesta de un alfajor de chocolate con dulce de leche, no se logrará comprender ni por asomo las complejas diferencias entre círculo y circunferencia.
Tampoco se entenderá, no, el significado del diámetro.
Se ignorará por completo en qué consiste el radio.
No se estará ni cerca de acercarse a las enigmáticas y procelosas aguas del número pi.
En resumen, al ingerir un alfajor de chocolate con dulce de leche, no se aprenderá nada de nada. Un alfajor no ha vuelto, jamás, mejor a nadie.
Pero no sabés lo rico que estaba.

Ensimismáte, ¡es gratis!

Todas las personas, alguna vez, suelen cometer la chiquilinada intelectual de sentirse imprescindibles en algún rubro del horóscopo.
Se trate de trabajo, se trate de amor, la implícita circularidad del argumento redunda, una y otra vez, en la imposibilidad de imaginar el mundo sin uno. Es decir, el que piensa, no puede imaginar el mundo sin el que piensa, léase él mismo.
En lo que a mí respecta, nunca he tenido demasiados inconvenientes en imaginar el mundo sin mí. Lo que no puedo hacer es imaginarme a mí, sin mí. Eso no me sale.

25.10.06

After Coelho

Dejá de prestarle atención al ‘qué’. El ‘qué’ es para un grupo reducido; poca gente, tipos con talento, con habilidades no tradicionales. No es para vos; no te metás; mirá cómo tenés la cara. Las frustraciones son acumulativas, como las piñas, como los rayos de sol.
Concentráte en el ‘cómo’. El ‘cómo’ es para tipos como nosotros; hasta yo me animo a pegarme una vuelta en ‘cómo’. El ‘cómo’ cada tanto te tira un churrasco; el ‘cómo’ es para cualquier salame.
Hacéme caso; donde veas al 'qué', rajá, cruzá de vereda, no digas nada. Lo tuyo es el 'cómo', lo mío es el 'cómo', no jodamos.

Terremotos, tornados

Ella conoce, con cuatro decimales, lo acontecido en el último tsunami. La oigo hablar por teléfono –hace una hora– al respecto. Pero, advierto, mientras hiervo el agua para los spaghetti, que se olvidó de comprar queso rallado. Para la cena.
Cómo explicar lo que siento. Cómo explicarlo.

21.10.06

Pesos y medidas

Con peligrosa periodicidad, mi casilla de correo electrónico es bombardeada por lo que se ha dado en llamar ‘correo basura’, o ‘spam’, o algún varietal de imbecilidad cibernética por el estilo.
Deseo detenerme en uno de los mails más asiduos, que repiquetean cual pájaro carpintero contra mi ‘buzón de entrada’, o ‘inbox’, o como se llame.
El mail se titula ‘enlarge your penis’.
No me molesta, he llegado a la conclusión, el ‘correo basura’, más que el correo ‘no–basura’, o de interlocutores conocidos. Aprende uno a borrar de manera indiscriminada emails, como quien ha aprendido por las noches a lavarse los dientes. Se requiere de la misma actitud, del mismo empeño.
Lo que me inquieta, lo que me preocupa, es que alguien que ni siquiera se ha tomado el trabajo de conocerme, se atreva con semejante sugerencia.
Ahora, si el email estuviera titulado 'enlarge your soul', bueno, vaya y pase. Quién sabe si no lo leería.

Iluminaciones de índole político

‘Donde hay una necesidad, nace un derecho’, dijo, alguna vez, Eva Perón, o así la citan.
Así que repetí la frase, de pie, imitando la voz del General (especialidad de la casa; no sé imitar la voz de Evita) para luego abalanzarme sobre la chica que me acompañaba. Arrojé un beso que aterrizó en una carótida, y mis manos pugnaron por apretar un seno, manotear una nalga.
Ella se liberó de mis torpezas con displicencia, me arrojó la Mirinda en el rostro, y se marchó dando un portazo.
Fue entonces cuando el peronismo empezó a calar hondo en mí.

18.10.06

Enigmas

Existen, como todos los presentes sabemos, paradojas matemáticas cuya solución jamás ha sido encontrada. Como si desde el fondo mismo de la historia alguien, una entidad superior, se empeñara en fastidiarnos con la sutil manera de dejar como olvidados, aquí y allá, detalles, migas de pan celestial que no pueden ser digeridas por nuestras primitivas inteligencias.
Es en este sentido que aprovecho el cónclave para dejar esbozada, en pinceladas gruesas, una más. Una paradoja más.
La formulo, entonces, para que la misma sea sometida a un minucioso análisis.
Hay más boludos que gente.

15.10.06

mamá, mamita,
qué alegría inmensa
aquella plantita
que planté en la huerta
ha dado una flor

una flor solita
tan blanca, tan linda,
¡una margarita!

y yo la arranqué.
¿hice mal, mamita?

mejor hubiera sido
dejarla en la planta
y mostrarle a todos
la florcita blanca.

pero yo pensé:
esta margarita
tan linda, tan blanca,
es para mamita
que tanto me ama.


*quien esto escribe se seca las lágrimas, y se disculpa. quien esto escribe no consigue recordar si el poema fue copiado de un manual kapeluz, en tercer grado, tal vez. o si es de su autoría. o si lo robó. o si lo soñó. ¿qué importancia puede tener eso?
*por las dudas, se aggiorna el poema a las circunstancias, para esa legión de hombres y mujeres de buena voluntad que a veces no están preparados para la dulzura en estado puro.
*puede utilizarse el que parezca más atinado. dicho de otra forma: táchese el que no corresponda. y más disculpas, porqué no.


mamá, mamita,
disculpá la facha
pero estuve en creamfields
tomando merluza
y no sé quién soy

si pablo lescano
tal vez víctor sueyro
¡beatriz salomón!

pero vine igual.
¿hice mal, mamita?

mejor hubiera sido
lavarme los dientes,
hablar con Miroli,
ir a ver a bó (dale bó).

pero yo pensé:
aunque pishe verde
y ande de caño,
guardo tus caricias
en mi corazón.

14.10.06

Reinterpretación de parábolas bíblicas (desde algún Departamento de RR. HH.)

No les des pescado. Y no, tampoco les enseñes a pescar.
Desvincúlalos, despídelos.
Envíales el telegrama, de inmediato.
Antes que sea demasiado tarde.

Experimentos de carácter semiótico que te cambiarán la vida

Si uno concurre a un restaurante. Un restaurante donde se coma, por lo general, carne. Y se pide chinchulines. Y luego, cuando a uno le traen el plato de chinchulines, uno debe estudiar, por un instante, el plato. Elegir, entre los chinchulines, uno en particular. Uno que sea casi un redondel perfecto. Se lo debe tocar con dos dedos, índice y pulgar, para verificar su consistencia, su textura. El chinchulín debe ser gomoso, grasoso al tacto, de material flexible, aunque resistente incluso al primer corte de un cuchillo afilado.
Se toma el chinchulín seleccionado, entonces, y con un diestro movimiento debe uno colocarlo detrás de una oreja. La oreja debe ser propia. La oreja debe ser la que el individuo utiliza con habitualidad para hablar por teléfono.
El chinchulín, que viene de la cocina por lo general con un corte que altera su casi perfecta circularidad, se adaptará de inmediato y con suma facilidad a la oreja elegida.
El chinchulín está caliente. Me atrevería a decir que el chinchulín quema.
Hecha la mencionada operación, uno se ha colocado el chinchulín como si se tratara de un adminículo habitual en los teléfonos celulares de más alto desarrollo tecnológico.
Alguien en el restaurante, porque siempre habrá alguien en el restaurante, o incluso si uno ha concurrido acompañado por alguien de su confianza y estima, habrá observado la maniobra y se lo quedará observando. Al ejecutor. A usted. Que lleva un chinchulín colocado detrás de una oreja.
Puede entonces usted adoptar la postura de quien escucha algo de suma importancia. Puede usted hablar, como si estuviera interconectado con seres de otra galaxia. En cualquier caso, se lo aseguro, usted no escuchará nada, ni recibirá respuesta alguna a sus palabras.
Debe entonces usted pedir la cuenta y retirarse del establecimiento, circunspecto, pensativo pero no apesadumbrado, y partir del establecimiento siendo el original portador de un chinchulín detrás de una oreja.
Y no volver más, al establecimiento. Nunca más.

11.10.06

Un Magritte, en el Reina Sofía

España. Madrid. Museo Reina Sofía. Un hombre, en adelante el ‘Hombre 1’, contempla un cuadro. El cuadro es un Magritte. El cuadro es de Magritte, pero no, no es el cuadro del hombre con bombín, y una manzana que le cubre parte del rostro. Es un Magritte, pero otro.
El Hombre 1 contempla el cuadro en silencio; lleva en tal actitud sus buenos diez minutos. Dada la hora del día (es de mañana, temprano; también es diciembre y en la calle hace un frío que pela) la sala está casi vacía.
Se acerca un hombre, en adelante el ‘Hombre 2’. Por la sonrisa en sus labios, y la familiaridad con que se acerca, es evidente que se conocen, que son amigos. Tal vez han venido juntos, no digo a Madrid, pero sí al Museo Reina Sofía.
Se produce entonces, entre el ‘Hombre 2’ y el ‘Hombre 1’, el siguiente diálogo.
H2: ¿Y? Estás mirando el mismo cuadro hace media hora.
H1: Está torcido. Si te fijás bien, está torcido.
H2: ¿Eso? Pensé que te fascinaba esa pintura. No, no está torcido.
H1: Te digo que está torcido.
H2: No creo, che. Quizás sea otra cosa. Quizás tengas un huevo más pesado que el otro.

Abandónico

Ser abandonado puede parecer una experiencia traumática; no lo es. Tal vez debiera ser tomado como un ejercicio zen. Algo saludable. Algo purificador. Es más, me atrevería a recomendar ser abandonado al menos una vez al año. Chocar contra el imposible del otro; descubrir con estupor que las circunstancias son ajenas a la propia voluntad.
Recibir entonces, con hiriente meticulosidad, el detalle, el porqué lo de uno no fue suficiente, no alcanzó. Aprender que no se estuvo a la altura de las circunstancias, de las expectativas. Aceptar que uno fue desbordado por la situación, como un nadador más o menos idóneo, a quien el mar decide recordarle quién es el invitado y quién es el dueño del juego.
Ser abandonado, estoy seguro, te vuelve mejor.
Ahora, si sos abandonada, es tremendo. No sé, matáte. Hacé un curso.

7.10.06

Un poco de tic, y un poco de tac

el tiempo
es una chica de quince
que te pregunta la hora

y te dice
'gracias, señor'

Significante, significado

Perdón por insistir, pero la frase ‘no se debe llorar sobre la leche derramada’, me visita en sueños; me atormenta.
¿Y sobre la teta derramada?

7 epitafios

Una pregunta clásica de periodistas profundos (si la contradicción es admisible), cuando entrevistan a alguna celebridad, a alguna figura que ha alcanzado reconocimiento por sus cualidades o por la posición que ocupa en el complejo entramado del planeta tierra, es consultar al entrevistado acerca de su propia muerte, tema escabroso si los hay, y tal vez, porqué no, consultarlo sobre qué le gustaría que dijera su epitafio.
El tema me parece absurdo y trillado, pero me siento con ánimo de ayudar, así que ahí van un par de sugerencias.

1) Qué loco todo.
2) Qué mirás, gil.
3) ¿Te debo un envase?
4) No voy a poder.
5) Ya sé; salió mal.
6) Por favor, no me lo cuentes. No quiero saberlo.
7) Tenéme paciencia; voy a mejorar.

4.10.06

Descalzo, en África

Necesito zapatillas para correr. Así que concurro a una casa de deportes. En las casas de deportes, venden zapatillas.
Me pongo a observar un despliegue inaudito con la más amplia diversidad de calzados deportivos. Se me acerca un vendedor (en adelante ‘V’). El que inicia la conversación soy yo (en adelante ‘Yo’).
Yo: Hola. ¿Estas zapatillas son para correr?
V: Sí.
Yo: ¿Y éstas?
V: También.
Yo: ¿Y éstas?
V (mirando al horizonte, al cielo, a la nada): Sí.
Yo: ¿Todas son para correr?
V: Sí.
Yo: Sucede que veo zapatillas de $ 199, y zapatillas de $ 379. ¿Cuál sería, en grandes rasgos, la diferencia?
V: Estas tienen DMX –señala las de $ 379.
Yo: Ajá, entiendo. ¿Qué es el DMX?
V: Fijáte. Puede que vos necesites que tengan ‘torsion bridge’.
Yo: Torsion bridge... ¿Te parece?
V: Depende si sos más de cross, o adventure, o si estás buscando algo tipo ‘premier road’, con ‘foam impact’.
Yo: Claro, claro. Seguro. ¿Y éstas?
V: Esas son ‘Swara’.
Yo: ¿Swara?
V: No tienen el ‘bridge’, pero tienen refuerzo de polipoliurestanopropilénico.
Yo: Entiendo. ¿Y me conviene con torsion bridge, o DMX?
V: ¿Vos qué querés hacer?
Yo: Correr. Yo debería correr. Necesito zapatillas, bueno..., zapatillas para correr.
V: Estas que ves acá (abarca con sus brazos la pared donde deben estar expuestas, entre ochenta y doscientas variedades de calzado) son parra correr. Fijáte cuál te gusta y me llamás. Yo estoy para eso.
Yo: ¿Vos trabajás acá?
V: Sí, en este piso.
Yo: Gracias. Yo cualquier cosa te llamo

Agradecimiento

Cuando alguien me dice que me quiere, no le creo. Me conozco hace ya muchos años; cómo podría creerle.
Prefiero alguien que no logra ocultar el singular desprecio que siente hacia mi persona; un desprecio natural, sin fundamento. Y aún así, ese alguien decide quererme, por motivos difíciles de discernir. Tal vez desea domesticar su repugnancia; tal vez le gustan los desafíos; ver cuánto es capaz de soportar; descubrir que jamás imaginó cuán lejos podía llegar; maravillarse ante su propia voluntad para continuar, para seguir.
En cualquier caso, considero que cada vez que el fenómeno tiene lugar, que soy querido, es por motivos en su totalidad ajenos a mi voluntad. Como los terremotos, o las catástrofes climáticas.